Greta, mi gata me mira, tumbada en su sofá, sí, su sofá, el tres plazas, creo que está esperando a que me levante para llenarle el bol de la comida o el del agua, quizás esté pensando que hoy le limpiaré la arena, pero parece que no, me mira con otra cara, parece que quiere mimos. La miro a los ojos y entonces me cuenta que se siente ya viejecita, que le cuesta subirse al sofá, que se siente sola durante muchas horas al día, que echa de menos aquellos tiempos en los que le lanzaba una bola de papel al suelo para juguetear, que añora perseguir el reflejo luminoso de un espejo en la pared del comedor y que le gustaría volver a dormir sobre mi pecho sin que yo la haga bajar acompañado de un “quítate de aquí gorda”.
Me acerco a ella i le rasco la cabecita, cierra los ojos y pone su motor en marcha, se siente a gusto y con su cabecita me da toquecitos en la mano insistentemente y entonces me la miro. Quizás es la primera vez en trece años que nos entendemos, creo que me está pidiendo que le explique yo mis penas. Le confieso que muchos días añoro a mis hijos, que echo en falta a mi padre, que en el trabajo hay más curro que hace dos años y el sueldo continúa siendo el mismo, le explico que mi Visa está a tope, que la reparación del coche ha resultado ser un atraco, que tengo una hernia inguinal que empieza a tocarme los huevos, y además literalmente, le comento así por encima que el seguro no me cubrirá las humedades del comedor.
De pronto me da la risa, jajajajajaja, estoy explicándole las penas a un gato, y me parto. Entonces pongo música, la cojo entre mis brazos y empiezo a bailar algo que suena en la radio, Greta me mira estupefacta, como si los dos no tuviéramos bastantes problemas, encima he perdido mi cordura. Doy dando botes por el comedor, meciéndola en mis brazos al ritmo de la música y canturreando spanglish en voz alta, el pobre animal, viéndose en peligro intenta zafarse pero entonces la pongo sobre la mesa y cojo sus patas delanteras y la hago bailar a dos patas. Me mira con cabeza ladeada y emite maullidos extraños, se está agobiando pero yo me lo estoy pasando de muerte. Finalmente, acaba la canción y eufórico le doy un beso en todo el hocico, “te quiero gorda, aunque peses cien kilos”.
La felina huye de su tortura hasta refugiarse bajo mi cama. Desde el comedor puedo divisar sus ojos fluorescentes, reflejo de su temor a que suene más música.
En el fondo creo que lo que realmente quería era que le llenara el bol de la comida.
- Greta, ven aquí gordita, que te lleno el bol. Yo me tomaré una cervecita, me cortaré un poco de choricito y me abriré una lata de berberechos para envenenarla con tabasco. –
- ¡Qué pirado estás mi amo! –
- ¡Y tanto que lo estoy mascota mía, por que pese a todo lo que te he contado SOY FELIZ. por que la felicidad es mi energía Y VOY A TOPE DE VOLTIOS!
¿Alguien quiere electrocutarse de felicidad conmigo?