En mi acogedora cabaña de madera, en esa alfombra blanca de mil flequillos, con nuestras copas de vino a un lado y el crujir del fuego de la chimenea, nuestros cuerpos se retorcían de placer ajenos al frío de la gélida noche de Nebraska.
No podía dejar de acariciarle la cara y admirar sus ojos centelleantes, de besar sutilmente sus pechos y de hundir y apretar mis dedos entre su caracoleada melena. Un ángel acariciaba mi pecho, apoyaba su cabeza en mi brazo y mordisqueaba su labio inferior a cada caricia, a cada beso, a cada mirada.
Sus manos apretaron las mías, los ojos se encontraron de frente, íbamos en el mismo tren y nos estábamos bajando en la misma estación.
La sorda explosión de la esencia humana agitaba mi cuerpo, Marta, en eléctricos espasmos exhalaba apenas un hilo de voz y un agradable temblor de placer.
Después un brindis, un guiño y un te quiero.
Después de leer algunas de tus entradas (no todas, lo confieso) creo que yo también seguiré tu blog.
ResponderEliminarPerfecto lugar para demostrar el amor.
ResponderEliminarPerfecto ambiente.
Me ha encantado este relato y me voy soñando con esa chimenea.
Un beso
Perfecto relato Josep..en cada entrada tuya me embriagas con la belleza de tus palabras.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Besos hechizados.
Nada mejor para alimentar la llama de la pasión que el crujir de una hoguera encendida, un perfecto escenario romántico ...
ResponderEliminarFabuloso tu relato!!!
Que tengas buen día!
Besitos
Gris
Muchas gracias por vuestras visitas. No os extrañe que las visitas de tan bellas mujeres me inspiren para seguir escribiendo.
ResponderEliminarEternamente agradecido...