
Iba a Cuenca para pasar las navidades con mi familia. Llegué a la Estación del Norte para coger el tren que me llevara pero aún faltaban cinco horas para su salida, por lo que eché una cabezadita en un banco de la estación.
Al despertar, mi entorno había cambiado, como de otra época. Las vestimentas y decorados parecían de principio de siglo. Miré un periódico que había al lado y estupefacto comprobé que era del 22 de diciembre de 1932.
Alterado, me levanté y bajé a las vías, cuando observé como un hombre recogía de la vía su paraguas sin apreciar que tras él se acercaba un tren a gran velocidad. De un empujón lo saqué de la vía pero no pude evitar que el tren me arrollara.
Desperté angustiado, había sido una pesadilla.
Ya en Cuenca, mi abuelo, contando anécdotas de juventud nos explicó que fue salvado en 1932 de ser atropellado por un tren por un hombre misterioso.
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